Un 34,6% de las personas entre 21 y 68 años en Chile han presentado síntomas asociados a una probable presencia de problemas de salud mental en el mes de julio. Esta es una de las preocupantes estadísticas que se exponen en el “Termómetro de la Salud Mental en Chile”, un exhaustivo sondeo realizado por la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) y el Centro de Estudios Longitudinales de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Se trata de un estudio longitudinal que consideró una muestra aleatoria de 1.637 individuos entre los 21 y los 68 años y que utilizó herramientas validadas internacionalmente (como el indicador GHQ-12) para medir los síntomas y la exposición a riesgos psicosociales de chilenos y chilenas en el periodo más álgido de confinamiento.
“Esta investigación arroja los primeros indicios de las complejas consecuencias psicosociales que ha dejado y continuará ocasionando la crisis del covid-19. Además de los nefastos y severos efectos que esta pandemia ha generado en lo sanitario, económico, social, existen indiscutibles efectos en el ámbito de la salud mental de infantes, adolescentes, jóvenes, adultos y personas mayores. Cada uno de estos grupos etarios se ve indiscutiblemente afectado de acuerdo a las características, tareas y crisis propios del ciclo vital de cada uno de ellos. Es difícil diferenciar que grupo se ve más afectado. En lo personal, pienso que cada uno de ellos se ve impactado. Los infantes, de alguna forma, pierden la riqueza de la socialización con sus pares, la restricción de las salidas al aire libre y el juego con sus pares implica un impacto. En los adolescentes, etapa en donde lo relevante es la identificación con otros y lograr su identidad, la pandemia ha implicado costos socio emocionales importantes. Aun cuando desde la mirada adulta, la lógica se centra en lo grave que puede ser la situación sanitaria y social, muchas veces cuesta visibilizar lo relevante que puede ser para los adolescentes el no poder concretar actividades sociales cotidianas y rituales sociales, como una anhelada gira de estudios, las juntas entre amigos o amigas, las fiestas, el ritual de la ceremonia de finalización de cuarto medio, etcétera”, indicó la Dra. Daisy Vidal, académica del Departamento de Trabajo Social UdeC.
La directora del Magíster en Trabajo Social y Políticas Sociales, además, abordó las preocupantes tendencias en el grupo de las personas mayores y la brecha de género en malestar psicológico que aparece en este estudio.
“Sin duda desde la mirada de quienes se encuentran viviendo estos procesos, implica un costo socio emocional importante que es necesario visibilizar y abordar. En las personas mayores, se aprecia un gran impacto y quizás más terrible aún, si se considera lo apresurada que corre la vida para ellos en esta etapa de la vida. Para las personas mayores, todo lo nuevo, todo lo que cambia, les afecta, la pandemia ha sido un giro de la vida cotidiana en 360 grados. El desconectarse de sus -quizás, desde antes- escasas redes sociales, distanciarse de su red familiar, el verse sometidas al aislamiento, expuestas a la incertidumbre y temor que son incrementados por los mensajes de los medios de comunicación, les expone a efectos psicosociales de envergadura con la complejidad adicional de las posibilidades de que éstas logren en un corto tiempo estabilizarse. Para el grupo de los adultos, esta pandemia también ha generado nuevas exigencias que impactan en efectos socio emocionales: los cambios laborales, las sobreexigencias al tener que en un corto periodo de tiempo modificar estilos laborales y adaptarse rápidamente al manejo de nuevas tecnologías, así también, el estar sometidos a la sobrexigencia que implica el tener que desarrollar los trabajos desde el ámbito doméstico, adaptando espacios, adaptando la rutina y la dinámica familiar. Esto, se ve aún más complejo en aquellas familias con hijos e hijas pequeñas que requieren atención y dedicación en lo socioemocional y educativo. Como lo destaca el artículo, una vez más, la mujer es quien aparece más impactada con esta pandemia sanitaria y social. Esto se sustenta en nuestro modelo sociocultural que aún, con todas las demandas, discursos y avances alcanzados, la mujer continúa siendo la principal ‘cuidadora’ en el ámbito familiar. Es en ella en quien recae la mayor responsabilidad de las labores domésticas y de cuidado. En la actualidad y desde hace ya un tiempo, la mujer en muchos casos es también el principal soporte económico de los hogares. La sobreexigencia y la conjunción del desempeño de roles domésticos, marentales y laborales la exponen a una sobreexigencia que impacta en la salud mental, especialmente cuando estas condiciones se mantienen por mayor tiempo”, aclaró la doctora en Salud Mental.
Otra de las docentes de la Facultad de Ciencias Sociales que analizó esta exhaustiva investigación de la ACHS y PUC fue María Paz Rudnick, jefa de carrera de Periodismo UdeC.
“Agobio en una palabra clave que aparece en el estudio. Así nos sentimos, pero no sabemos definirlo o nos da vergüenza reconocerlo. Hay una exigencia interna muy fuerte de querer lograr cosas en ese período tan complejo, cuando lo importante debiese ser centrarse en objetivos puntuales y no sobreexigirnos mutuamente. Creo que hay que deshacerse de la idea de que el otro vive como uno, con las comodidades o con los problemas propios. Cada uno experimenta este momento desde su particular historia y situación personal. Algunos tienen jardín, otros tienen familia, y todo eso se traduce en nuestro desempeño diario, personal y profesional”, indicó la especialista en comunicación digital.
La periodista, también, recalcó que “las crisis como esta son una oportunidad para olvidarnos de nosotros mismos y ponernos al servicio de otros. No como una manera de obviar los conflictos internos o personales, sino como una forma de estar a disposición de problemas que son más urgentes que los nuestros”.
Por último, la comunicadora abordó la notable adaptación que ha realizado el estamento académico de la UdeC para garantizar los procesos formativos durante esta crisis sanitaria. “Los docentes están haciendo un trabajo extraordinario, que será valorado a largo plazo. Están ayudando a sostener a personas en formación, que están viviendo uno de los eventos más significativos y traumáticos de sus vidas. Es fundamental reconocer su labor. Y cualquier problema que como docente uno pueda ayudar a desenredar en este momento -ni siquiera resolver, sino a ordenar y a trazar un camino para su solución-, es un logro tremendo en este contexto y debe ser reconocido como tal”, sentenció Rudnick.