El país asiste a la emergencia de nuevos movimientos sociales ciudadanos, incubados en los años de ausencia de espacios reales de participación social. La política de dos bloques, predominante en el Chile en las últimas décadas, hizo que la política se fuera separando de la sociedad civil.
En el pasado, el control democrático se realizaba al interior del sistema, mediante el pluralismo partidario y los ciudadanos organizados. Ahora, cada vez existe más desconfianza ciudadana en los gobiernos, en la política e instituciones, debido a que históricamente no cumplen sus promesas. Pierre Rosanvallon se refiere al surgimiento de la democracia impolítica: “El gran problema contemporáneo es que el crecimiento de la democracia, bajo una forma esencialmente indirecta, se ve acompañada de una declinación de lo político” (La Contrademocracia. La política en la era de la desconfianza, 2007). En el nuevo escenario, el control democrático se empieza a ejercer desde abajo, en forma de vigilancia, denuncia y calificación. Y se manifiesta ocupando espacios públicos mediante protestas masivas, como el Movimiento 15 Mayo en España y las protestas ciudadanas contra Hidroaysén y de estudiantiles en Chile (secundarios y universitarios). Son fenómenos internacionales derivados de los impactos locales de la globalización. Los megaproyectos traspasan las fronteras de los débiles Estados nacionales para apropiarse de recursos naturales de gran valor estratégico mundial como el agua, los recursos mineros y la biodiversidad genética, presentes en el territorio, por ejemplo en la Patagonia chilena.
La política nacional ha priorizado el crecimiento económico, el PIB, aceptando que para lograrlo el aliado principal son las inversiones económicas. La sociedad civil ha quedado fuera de este pacto. Lo mismo ocurre con la naturaleza. Sociedad y naturaleza constituyen recursos disponibles, baratos para permitir la acumulación y competitividad de productos locales en los mercados globales. Por lo mismo que, la inequidad social y ambiental, tan reclamada en el país, es el producto inevitable del modelo imperante, que sus beneficiarios directos, los grandes grupos económicos, no quieren cambiar. La inequidad es parte esencial de la cadena trófica del modelo neoliberal.
Por su parte, la sociedad civil fraccionada, individualizada, sin protección estatal, abandonada a la suerte del mercado, se ha ido organizando subterráneamente, ha ido reconstruyendo progresivamente sus tejidos sociales en torno a sus intereses como ciudadanos modernos. Como la ciudadanía política (la electoral) está bloqueada por el sistema político poco democrático, está surgiendo una ciudadanía más directa, que exige ser escuchada y que no está dispuesta a seguir esperando a que lleguen las grandes transformaciones prometidas. No llegaran por sí solas. Se trata de ciudadanos informados, conscientes y decididos a conquistar sus propios espacios. Estos ciudadanos manifiestan ahora públicamente el enorme malestar privado producido por la larga exclusión de la economía, la política, el progreso y la democracia. El movimiento de los Pingüinos del 2006 inauguró el proceso de visibilización ciudadana, instalando en la sociedad y en la política el tema de la calidad de la educación, aun presente. Los estudiantes universitarios protestan contra el aumento del curso privatizador de la educación superior que sigue el actual gobierno, que se traduce en fuertes endeudamientos de sus familias y de su propio futuro. Las víctimas del terremoto/tsunami del 27 de Febrero 2010 se movilizan para ser incluidos en la reconstrucción. Los jóvenes protestan contra Hidroaysén porque contradice su sensibilidad y consciencia ambiental. Estos movimientos ciudadanos, ignorados por la clase política, no son pasajeros. Son democráticos y traen nuevos vientos a la convivencia social y a la cultura. Emergen del Chile profundo. Jugarán un papel decisivo en la profundización de la democracia y en el salto cualitativo al desarrollo que busca y anhela el país.
Sin ciudadanos no es posible el desarrollo con sustentabilidad social y ambiental.
Jorge Rojas es Doctor en Sociología de la Universidad de Hannover, Alemania. Además, es profesor del Departamento de Sociología y Antropología y Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción. Este artículo fue publicado parcialmente el 1º de junio de 2011 en el Diario El Sur de Concepción, Chile.