El Estado representa el interés común, se sostiene en la política. Los ciudadanos, por lo general desprotegidos, esperan mucho del Estado, aunque las políticas públicas no siempre satisfacen sus expectativas. En tiempos de crisis el Estado se transforma en un actor principal, en el “salvador” del capital en apuros, como sucede actualmente con la crisis financiera mundial. Durante la crisis de insolvencia de 1982 en Chile, la dictadura intervino la banca privada, el Estado compró la deuda privada y contribuyó a su supervivencia. Así ocurrió, a pesar de que el Estado había sido vilipendiado y privatizado por los economistas de la escuela de Chicago que gobernaban con los militares.
El neoliberalismo redujo al Estado al máximo, especialmente en sus funciones sociales, pero también como institución reguladora de las actividades económicas y laborales. La desregulación es la explicación más socorrida internacionalmente a la hora de explicar las causas de la actual crisis financiera. Por lo mismo que la crisis financiera es también una crisis y bancarrota del tipo de Estado y sociedad neoliberal, impuestos en las últimas décadas en muchos países, especialmente en América Latina. Las creencias casi mágicas en los “milagros” del mercado se han derrumbado definitivamente. Las enormes pérdidas de las AFP (25 mil millones de dólares) constituyen el mejor ejemplo de este desastre, en el caso de Chile. Resulta una ofensa a la inteligencia y a la dignidad el pedir a los socios de las AFP que esperen a la “recuperación” que vendrá (¿Cuándo sucederá el nuevo “milagro”? ¿Qué economista lo puede asegurar con absoluta certeza? Peor resulta pedir a los que están en edad de jubilar que sigan esperando, que vendrán tiempos mejores…Lo que se perdió ya se perdió, se esfumó, no es recuperable, fue tragado por los agujeros negros de la especulación, la irresponsabilidad de las instituciones sostenedoras y la codicia organizada mundialmente.
La actual crisis esta haciendo revivir al Estado. No al interventor ni corrupto, sino al que protege los intereses de los ciudadanos, de los trabajadores, de los que no tienen capital y viven de su trabajo y ahorro. De los que con su trabajo hacen rica a una nación y, por lo mismo, merecen respeto y vida digna. Chile también necesita un nuevo Estado, que esté a la altura de las exigencias de la crisis mundial y de los desafíos económicos, sociales, políticos y ambientales del siglo XXI.
Dr. Jorge Rojas Hernández
Decano de la Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Concepción