Nota de Nelson Muñoz Mera, académico de la carrera de Periodismo de la Universidad de Concepción e integrante del proyecto Fondecyt «Memorias colectivas de lugares y/o sitios de memoria en Concepción: emociones desde los imaginarios locales vividos».
Durante la marcha del 2 de julio de 1986, en el sector sur de la capital, Carmen Gloria Quintana, estudiante de la Usach y Rodrigo Rojas son detenidos por una patrulla militar a cargo del Teniente Armando Fernández Dittus. Ambos son golpeados y rociados con bencina, les prenden fuego, ambos jóvenes caen desmayados y son trasladados por la patrulla hasta Quilicura, para ser abandonados. Quemados con más del 65% de sus cuerpos, Rodrigo Muere producto de las quemaduras y Carmen Gloria sobrevive.
Rodrigo Rojas Denegri vivió una década en Estados Unidos en calidad de exiliado. Venía de una familia con grandes compromisos políticos (que vivía en Valparaiso hasta el 11 de septiembre de 1973). En esa ciudad, a la edad de 6 años, conoce por primera vez un cuarto oscuro, vende una colección de estampillas para comprar sus primeras herramientas fotográficas y a los siete años ya realiza un primer autorretrato, lo hace con una cámara Minolta.
El año 1975, junto a sus abuelos y tres tíos llegan a Quebec, en Canadá, en calidad de exiliados. Allí continúa haciendo fotografías, mientras su madre era detenida por la DINA en Valparaíso, cuatro meses estuvo incomunicada en el centro de detención clandestina “Cuatro Álamos” Verónica Denegri es deportada a Washington gracias a un programa de reunificación familiar, allí se les une Rodrigo, quien a la edad de 12 años se decide a colaborar en el caso judicial del ex canciller Orlando Letelier, asesinado un año antes por la DINA. A diario concurría a la corte, llevando fotocopias para el proceso, era una manera de reunir dinero que le permite a Rodrigo adquirir su primera cámara fotográfica, la mítica Nikon F2, que le permite comenzar a revelar sus propias fotos.
El sueño era retornar a su país para hacer fotos cuando cumpliera 18 años.
Conoce a quien sería su maestro, el fotógrafo y traductor Marcelo Montecinos que estaba radicado en Estados Unidos, hablaban de política y fotografía, realizando trabajos de la cotidianidad. El apartheid en Sudáfrica y las diversidades culturales eran sus temas preferidos.
Cumpliendo sueños
Al cumplir 19 años, en Marzo de 1986, le anuncia a su madre que viajará a Chile. Con su equipo fotográfico estaba dispuesto a registrar lo que acontecía bajo dictadura. Cumpliendo con los consejos de Montecinos, Rodrigo se acerca a un movimiento fotográfico comprometido con mostrar la realidad, se trataba de la AFI, Agrupación de Fotógrafos Independientes, todo esto en medio de la censura imperante para los medios alternativos: las Revistas Apsi, Análisis, Cauce, Hoy, Boletín de la Vicaría, la Bicicleta, Pluma y Pincel entre otros. Con dicha credencial, sale a las calles en una “ocupación peligrosa” según le había advertido el presidente de la AFI, Jorge Ianiszewski, que había conocido a Rodrigo en la casa de Montecinos en Washington. “Salir en grupo con otros fotógrafos” era una medida de seguridad, los hermanos Hoppe, Alvaro y Alejandro son parte de sus nuevas amistades.
Otro de sus referentes profesionales fue su tío Claudio Denegri, dentista, aficionado a la fotografía, con el que compartieron horas en su laboratorio revelando las primeras fotos en el país.
Rodrigo Rojas era un muchacho observador, callado, con un claro acento gringo, se destacaba por su equipamiento, casaca de fotógrafo y un codiciado bolso de marca Domke, un joven empoderado, pudoroso y comprometido que lentamente comparte con Agrupaciones de Derechos Humanos, en especial con el sacerdote José “Pepe” Aldunate, fundador del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que se fundó en memoria de un padre de familia de Coronel que se inmoló al momento en que dos de sus hijos estaban en manos de la CNI, lo hizo en el frontis de la catedral de Concepción. La historia une a Rodrigo Rojas y Sebastián Acevedo al ser recordados como víctimas del fuego bajo periodo de la dictadura.
En Chile, Rodrigo alcanzó a vivir dos meses, cumpliendo su sueño de registrar lo que ocurría en su país. Corría el año 1986.
El recuerdo de diferentes protagonistas
Luis Navarro, ex trabajador de la Vicaría de la Solidaridad:
– “Recuerdo haber escuchado la información por la radio Cooperativa, las tres personas que estábamos allí, nos abrazamos sin decir palabra, emocionados, con pena y rabia, podría haber sido cualquiera de nosotros, fueron momentos íntimos y del colectivo de fotógrafos AFI, muy duros y fuertes, un dolor muy grande afectó a este gremio, a pesar que sabíamos del peligro de andar con una cámara. Es verdad que supimos soportar muchos horrores en tiempos de dictadura, el degollamiento de Natino, Guerrero y Parada, trabajador de la Vicaría y el asesinato del periodista José Pepe Carrasco, pero con la cruel muerte de Rodrigo Rojas, comprendimos mucho más la importancia de la fotografía de prensa. Ese día vi llorar a mucha gente en la calle que se abrazaba sin conocerse, la labor de nuestro gremio cobró mucha más importancia, con mucho miedo, pero dispuestos a seguir registrando lo que ocurría en el país, continuamos la tarea truncada de Rodrigo”.
Hilda Espinoza, Dirigente Derechos Humanos de Concepción:
–“Para quienes trabajábamos en la Comisión de Derechos Humanos de esta ciudad, fueron momentos duros, fue un hecho fuerte y doloroso que nos conmovió a todos, ya habíamos sentido el dolor de perder a Sebastián Acevedo quién luchaba por conocer el paradero de sus hijos, y ahora sentir que otro cuerpo se quemaba, especialmente cuando se trataba de dos jóvenes que luchaban por justicia y democracia. Hubo dolor y desesperanza, impotencia y rabia, creo que el alma nacional sangró nuevamente”.
Alberto Dufey Castro, periodista Ginebra, Suiza:
–“Recuerdo que trabajábamos con el periódico Noticiero Latinoamericano y Prensa Latina, esa noticia llegada de Chile, causó estupor por su brutalidad, el caso fue denunciado ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, fue una noticia de horror que no se olvida”.